CB Clavijo-River Andorra (83-74). La rabia contra la desvergüenza

Es triste tener que empezar una crónica diciendo que la escena más peculiar del partido Clavijo-Andorra fuera el grupo de aficionados que se quedó al final en la puerta del Palacio esperando al dúo arbitral para recriminarle su 'actuación'. ¡¡Y su equipo había ganado!! Que los trencillas, por su parte, no salieran por dicha puerta hasta pasado muuuuuuuucho rato, les delata en su desvergüenza. Eso, o quizá es que los jugadores del Clavijo, que tras el partido se quedaron en el vestuario celebrando un cumpleaños, los invitaron a tomar un picoteo, que los pobrecicos tendrían hambre. Manda huevos, de verdad, y perdón por la expresión.

En el Palacio ya es costumbre sufrir a esas gentuzas del silbato que a menudo vienen a Logroño, por decir un sitio, a pasear su inoperancia y su chulería. Ojo, que no estamos llorando porque nos 'roban los partidos' y todo eso. No. Lo que aquí se denuncia es simple y llanamente la falta GLOBAL de conocimientos, de personalidad, de criterio, de educación, de rigor, de empatía, de comunicación; el desconcierto que genera su constante aplicación compensatoria, su no asunción de sus propios errores, su desquiciante impresionabilidad. Y eso, contra todo: tienes a dos equipos que preparan un partido a conciencia, estudian al rival, juegan sus bazas y trabajan las variantes tácticas, para que luego salgan a competir y aparezcan los bufones a cargarse todo ese trabajo. Aquí todo el mundo cumple dignamente con su papel salvo ellos dos: no vienen con predisposición a ser jueces, sino a defenderse no se sabe muy bien de qué, a jugar contra todos. Viéndoles deambular, es seguro que los pones en la barra del bar y preparan los cafés con coca cola.

Y ahora, de vuelta al momento puntual del partido de ayer, sí que a todo lo anterior, se suma una sensación de que se perjudicó en exceso al equipo local. Perfectamente rebatible, por supuesto, ya que es una sensación personal. Eso sí, el frío dato estadístico sí indica por ejemplo que en el ecuador del último cuarto el River Andorra había cometido 16 faltas personales y el Clavijo 27, entre ellas dos técnicas, además de dos jugadores expulsados y un tercero con cuatro faltas. Peculiar cuando menos, en un partido que no deja la impresión de desequilibrio en la agresividad defensiva de un equipo a otro. Volviendo a lo subjetivo, también uno recuerda esos detalles que no salen en ningún lado, los fueras de banda, tres segundos en zona, pasos...

En resumen, la opinión de un servidor es que el River Andorra, por el juego que hizo (no fue su noche) y por el que le tocó sufrir de su rival, no mereció estar dentro del partido más allá de mediados del tercer cuarto. Pero aguantó, entre otras cosas, a base de tiros libres, de técnicas o del sobrecargo de faltas a un rival que en el último cuarto entraba en bonus (5 faltas) en dos miserables minutos y medio. Y probablemente a los del Principado hasta les vino mejor que el silbato incontinente rompiera cualquier alegato de ritmo en el partido.

Dicho eso, lo que queda es que el Clavijo jugó su mejor partido y que seguro tuvo muchísimo que ver con el mal partido que hizo el Andorra, que no dejó la impresión de ser el líder que, ojo, hasta la fecha ha ido avasallando rivales (salvo Tijola) allá donde ha ido. Porque todo empieza desde atrás: los exteriores andorranos apenas tiraron dos triples sin oposición en todo el partido, y los interiores no tuvieron las facilidades ni fluidez anotadora que sí han tenido otros equipos. Al fin la defensa funcionó como debe y estuvo acompañada del dominio efectivo del rebote; y el ataque tuvo el ritmo apropiado: el Clavijo estuvo muy cómodo atacando ante la defensa que menos puntos ha concedido en toda la categoría.

Y aún por encima de eso, y a la vez como su motor, la rabia y el carácter que hacía tiempo no se le veía a este equipo, para luchar contra las 'externalidades' y gestionar con autoridad las ventajas en los momentos calientes. Todo eso se vio principalmente en la segunda parte, después de los dos primeros cuartos en los que dio la impresión de que quizá sí pesaron el respeto al rival y la desconexión de algunos jugadores. La ventaja inicial (12-5, minuto 3) fue el preludio de otros 17 minutos a remolque del Andorra, que llegó a dominar por hasta nueve puntos (22-31) y presumía de rotación.

Holmes y Rob Johnson empezaron fuertes y Justin Howard centró toda su influencia en ese arranque (11 puntos en 8 minutos), mientras Sala rebuscaba soluciones en el banquillo. La dinámica la cambió la aparición brutal de Swanston (qué demonios hacía en Finlandia) en el segundo cuarto, donde anotó diez puntos casi consecutivos de todos los colores, que desarbolaron al rival (34-35, minuto 17).

Ante las dudas, allí se vislumbraron todas las opciones locales, pese al flojo partido de los interiores Mesa, Herrero y Chufi. Matalí atajó la brecha (41-42)

Un 2+1 de Swanston nada más volver de vestuarios ponía al Clavijo por delante (44-42), y a partir de ahí ya no abandonaría esa posición. Fue el momento de llevar al máximo todo lo dicho antes: Alfredo Ott y Arévalo subieron el nivel en defensa y Sidao (enorme Sidao) cerró el grifo a sus rivales. Fueron los minutos del brasileño y del gran Quique Suárez, que poco a poco fue haciéndose con el control del tempo: el Clavijo, paso a paso, amenazó con romper (62-49, minuto 26), pero aparecieron la primera técnica, algunos 2+1, la expulsión de Mesa, alguna pérdida... Andorra, a trompicones, estaba dentro (63-59).

Tocó tirar de madurez y genio para reencauzar la situación, y pocos minutos después, el trabajo colectivo local devolvía el partido al cauce anterior: nuevo arreón y 73-63 (minuto 32). Había aparecido Matt Witt con un triple y una gran penetración, y Sidao arañaba un par de rebotes ofensivos. Pero a falta de réplica visitante, llegó la de los del pito: la técnica a Chufi, la expulsión de Herrero, algún 2+1... Casi calcado, y Andorra de nuevo dentro (73-68), aunque ya sólo aportaba realmente Rob Johnson, el resto desde el tiro libre, aunque con nefasto acierto.

Con todo, la historia enfilaba su desenlace donde sería impensable, a juzgar por el trabajo de unos y otros: el Clavijo jugando obligado con cuatro pequeños (Swanston haciendo de '4') y Andorra a dos posesiones. Pero el River no logró encadenar nada positivo más allá del tiro libre y Sidao se quedaba con todos los rebotes (18 en total, una barbaridad). Swanston fue el que puso la diferencia insalvable con dos grandes acciones, y Suárez quien dio la puntilla sobre la bocina. El gesto al final de los locales saltando y enseñando la camiseta es el mejor resumen de la rabia exhibida para tumbar al potente líder y sus inesperados aliados.

ESTADÍSTICA:

Clavijo (20+21+21+21): Witt (9), Ott (7), Swanston (21), Sidao (18), Mesa (4) -quinteto inicial- Suárez (17), Arévalo (2), Herrero, (5) y Chufi Rodríguez.

River Andorra (24+18+15+17): Zamora (11), Ros (8), Holmes (7), Rob Johnson (18), Casals -quinteto inicial- Santamaría (3), Matali (10), Sánchez (5) y Howard (12).

El crack: probablemente el equipo en concreto. Pero puestos a destacar, nada menos que la brutal tarjeta de Sidao de Santana, con 18 puntos, 18 rebotes (4 ofensivos) y 38 de valoración. Cuando el brasileño está tranquilo con las faltas y en forma, está entre los más influyentes de la categoría. Fue creciendo poco a poco y acabó casi en solitario anclando ambas zonas, sin que nada pudieran hacer la imponente batería de interiores rivales. Tampoco podemos dejar de mencionar a Quique Suárez en este apartado. Lo que no aportó Sidao lo aportó él, y viceversa. Asumió los mandos en los momentos calientes y fue uno de los motores del equipo. 17 puntos al final, 2 rebotes, 3 asistencias y 6 faltas recibidas.

La revelación: aunque quede raro, lo pongo aquí porque aunque ya lo había hecho antes, quizá aún le faltaba hacerlo en un partido 'de los gordos'. Ayer Kyle Swanston dio la impresión de que le da exactamente igual quien tenga enfrente, su confianza en sí mismo y ambición sin límites le llevan a cotas muy altas, con indiferencia de que esté mejor o peor en el tiro. Pocos transmiten además la seguridad que transmite él. Ante Andorra empezó con un alley-hoop y luego irrumpió en el segundo cuarto cuando su equipo más parecía dudar de sus posibilidades ante un rival sólido. Anotó 10 puntos casi seguidos y luego pasó el resto del partido haciendo de todo: seguir anotando en momentos calientes, asistiendo y reboteando cuando hizo de ala pivot. Lo mejor es que en los momentos en que la presión cohibe al resto, para él es otro aliciente para seguir divirtiéndose jugando a este deporte. Ojalá no lo pierda nunca.

El bluff: sonaba a extraño que fallara un jugador como David Mesa, que ha sido protagonista en todos los partidos del Clavijo, pero es que incluso los cracks como él tienen días malos. Al granadino probablemente se le juntaron las varias canastas que se le salieron de dentro con el sufrimiento defensivo que tuvo ante los pivots andorranos, superiores físicamente. Para acabar, los del silbato se cebaron con él. Acabó perdido en discusiones. Lo dicho, un mal día.