sábado, 26 de marzo de 2011

Guadalajara- CB Clavijo (81-91). Victoria de las que cocinan un ascenso

Que no quepa duda de que victorias como las de ayer en Guadalajara son un ingrediente indispensable en la receta de cualquier cocido de un ascenso de categoría. Ya saben el dicho: las ligas se ganan y se pierden en los campos de los de abajo. También es muy válido en LEB Plata, y en el caso que nos ocupa. Antes de entrar en materia, es necesario concretar lo que supone esta victoria en términos de dinámicas: a falta de esa última salida a Mallorca marcada en rojo en el calendario, el Clavijo ya puede hacer un balance francamente bueno de su evolución liguera a domicilio: sólo la derrota ante uno de los grandes en Tíjola, y el único borrón en Azpeitia a la vuelta de Navidad. El resto, regularidad sin malas sorpresas. Veamos Mallorca: se dejó un partido en Santurtzi, y a falta de más pinchazos lejos de las islas, en casa se ha dejado escapar puntos ante equipos como Oviedo y Ávila. Están a una victoria pero les queda el más difícil todavía: triunfar consecutivamente en Tíjola y Andorra. Que no quepa duda de que si los baleares ascienden directos no será por ganar al Clavijo dentro de 15 días, sino principalmente porque ganaron esas dos durísimas salidas.

Viene a cuento esto porque el triunfo del viernes en Guadalajara termina de mantener la máxima fiabilidad en este equipo. Salvo Lan Móbel, los de Sala nunca se han dejado sorprender por nadie, y ésa es la clave de su liderato y relativamente bondadoso horizonte para el final de liga.
Y eso que en Guadalajara, al menos visto desde la grada, se juntaron algunos de esos aspectos que no suelen faltar para explicar las sorpresas desagradables: a saber, se dieron una remontada del rival (supuestamente muerto e inferior) con su parte de inverosímil, la noche mágica de un par de sus jugadores y el progresivo agarrotamiento mental de los tuyos. De alguna forma, análogas a las que explicaron ese mencionado tropezón en Azpeitia hace meses. Esta vez, a la vista del resultado, insuficientes para los intereses del rival.

Las diferencias esta vez las pusieron en lo particular primero un David Mesa que asumió tiros calentitos (8 puntos seguidos) cuando más hacía falta (mediados del último cuarto), mientras Guadalajara erraba sus posesiones claves en el apartado mental; y posteriormente Quique Suárez para terminar de domar hacia el final apacible, a un rival alcarreño cuya magia ya se había ido desinflando.      
En el general, lo cierto es que no se llegaron a los extremos de Azpeitia también porque el Clavijo actual está mucho más crecido que aquél, y realmente no permitió una remontada completa al rival. Se supo mantener el temple y revertir la situación antes de que fuera tarde, pese incluso a los encogimientos de muñeca de algunos jugadores en esos momentos duros. La presión de jugarse una liga en ese mismo partido.

Casi revolución

Guadalajara llegó a ponerse a cinco (68-73, minuto 32), cuando apenas ocho minutos antes estaba nada menos que a 19 (42-61). Hasta esos momentos, el Clavijo había controlado con mucho acierto un partido de esos toscos y trabados, con un rival incómodo y peleón hasta el extremo. Ya desde el inicio, donde Witt y muy especialmente, Swanston (3 triples), encabezaron el intenso bombardeo desde el perímetro (9-21, minuto 6); el vendaval riojano, en esas fases, es sencillamente imparable. Pero tras él, bajada de intensidad y Guadalajara que recuperaba su lugar, con Pablo Rodrigo haciéndose hueco en una pintura más descongestionada sin Mesa ni Sidao; y Roberto Núñez acertando desde el banquillo (21-24, minuto 12).
En este tira y afloja, el Clavijo logró consolidar su primera renta en la decena: Swanston y Mesa terminaban dos buenas colectividades, y Quique Suárez acertaba con un triple contra tablero (23-33).

Ingresaba el pívot nigeriano Baye Arigbón (1,97), un jugador fichado recientemente para cubrir el hueco de Fall (que a su vez cubría el de Lawal) y que en los dos primeros partidos en Guadalajara acumulaba un -10 de valoración. Contra el Clavijo empezaría en cambio a 'despertar', con una buena jugada de pies ante Sidao y posteriormente su primera canasta en España desde más allá de tres metros. Con esa 'novedad', el partido proseguiría hasta el descanso con las fuerzas equilibradas en los diez puntos de distancia (35-46).

¿Qué pasó en el tercer cuarto? un poco de todo, aunque principalmente hay que hablar de un partido que perdió el control y se volvió loco por fases, algo que al Clavijo no parece sentarle bien. De entrada, Sala sacó el mismo quinteto que sacó tras el descanso ante Plasencia, con Arévalo y Suárez en el exterior junto a Witt, en busca de aumentar el nivel defensivo sin perder anotación. Dos triples de Witt refrendaban la idea, y el Clavijo despegaba (39-57, minuto 23), además, para mantenerse en ese punto, con Sidao destacando con sus mates (51-67, minuto 27). La diferencia es que en esta ocasión, el peleón Guadalajara no querría acabar con el partido tan pronto.
En esos tres minutos de tercer cuarto comenzó la revolución. La rotación riojana no sentó bien y los triples de Lázaro y Arjonilla encendieron la mecha de un parcial 13-4, en tan solo dos minutos (64-71). Aunque el Clavijo mantuvo las distancias y llegó 8 arriba a la entrada del último cuarto, recuerdo un 68-73 y un 71-76 en los compases iniciales. La culpa de eso la tenía un viejo conocido: Deforrest Riley-Smith, probablemente el mejor partido que le conozco, incluida su etapa en Logroño. Él solito se concinó una docena de puntos, casi consecutivos, en forma de jugadas de todos los colores, desde tiros libres hasta una serie de tres triples, bien defendidos todos ellos.

El mejor Deforrest

El americano enchufado era la peor noticia para los de Sala. En la pintura alcarreña el panorama no atravesaba su mejor momento: el partido asistió a una sucesión de posesiones riojanas saldadas en pases al vacío y jugadores que se quitaban el balón de las manos. La presión de poder dejarse una liga en Guadalajara. Los tiempos muertos calmaron un partido loco, de pérdidas de balón y correcalles sin excesivo sentido. Arjonilla tuvo un triple clave que habría puesto a los suyos a una posesión de distancia, pero el aro lo escupió. Apareció entonces David Mesa, colosal, para anotar cuatro posesiones consecutivas que daban respiro a su equipo (73-84, minuto 33).
Aún quedaría un último soplo alcarreño. Cabe recordar una jugada clave: un triple lateral de Barra, sin oposición, que habría vuelto a poner a los suyos a cinco puntos, con el partido entrado en los últimos dos minutos. El rebote cayó sin embargo en manos alcarreñas, y ahí apareció uno que no habíamos nombrado: Alfredo Ott, mermado toda la noche por las faltas, robó ese balón con auténtica pillería y sacó la falta personal del alivio casi definitivo (76-86, minuto 38).
Lo último fue la vuelta de Quique Suárez, que asumió las últimas posesiones y sacó las faltas pertinentes para no fallar desde la línea de personal. Guadalajara, al fin, bajaba los brazos. Y en la grada del pequeño polideportivo, las dos aficiones, la alcarreña y la riojana (medio centenar de personas, por cierto), unidas de forma pintoresca en sus ofensivas contra el dúo arbitral, de largo lo peor de un intenso partido.  

(fotos: El Decano de Guadalajara y larioja.com/Geca Sport)

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